Ya os he hablado en ocasiones anteriores del modelo 8C que fue, sin duda, el mejor de la casa Alfa Romeo antes de la guerra.
Su nombre se lo daba un 8 cilindros en línea que otro fuera de serie como Vittorio Jano diseñó con culatas ciegas y doble compresor para competición, donde fue un referente allá donde participaba.
Eso no pasó desapercibido y por petición de clientes con menos aspiraciones en competición y más en los lugares de moda como Montecarlo y el Lago Como, tuvo que pasar a la venta al público.
Los coches de calle no eran simplemente una fuente de ingresos, según los cronistas eran de un detalle exquisito, carrozados por los mejores modistos y que combinaba un motor de carreras con la comodidad de un Rolls Royce. O sea que no desentonaba tampoco entre los Hispano Suiza, Rolls, Issota Franchini, o Bugatti.
Era un claro representante de lo que posteriormente se conoció como Gran Turismo y que realmente empezó mucho tiempo antes con el Hispano Alfonso XII
Los 8C con diferentes carrocerías o longitud de chasis fueron candidatos a cada carrera en la que participaron, ya fuera coupe, descapotable largo, spider o monoposto, desde un Grand Prix al rallye de Montecarlo, la Targa Florio, las Mille Miglia o las 24h de Lemans
Uno de esos Alfa Romeo 8C 2300, un Spyder, fue carrozado por Zagato en 1933 y entregado al piloto francés Raymond Sommer por el distribuidor de Paris de la marca de Arese, un tal Luigi Chinetti.
Sommer modificó el Alfa con un juego de guardabarros en forma de lágrima separados de la carrocería y una cola más larga que había sido diseñada por Joseph Figoni y que ya había montado en su Alfa Romeo ganador de LeMans en 1932.
Pero el golpe de efecto fue que su coequipier iba a ser, no un fuera de serie cualquiera, sino el más famoso de los pilotos presentes y futuros: Tazio Nuvolari. Convencerlo no debió ser fácil, pero corrieron rios de tinta al respecto.
Tazio Nuvolari y Raymond Sommer eran dos pilotos muy experimentados y astutos en la pista, con experiencia en las carreras y capaces de llegar al límite de sus fuerzas, una energía que otros pilotos no eran capaces de desplegar. Con la victoria en las 24 Horas de Le Mans de 1933 además demostraron tener un espíritu particularmente ingenioso.
Los dos bravos pilotos corrían cada uno por su cuenta, pero ese año decidieron participar en el mismo equipo. Unidos formaron un conjunto homogéneo y rápido. Ambos tenían un palmarés impresionante. Sommer era campeón y especialista en carreras de resistencia, pero eso no le impedía ganar algunas pruebas de velocidad. Nuvolari era “el campeonissimo”, el piloto más fogoso, audaz y atrevido de todos los conductores europeos. Ferdinand Porsche le llamaba “el más grande corredor de ayer, hoy y mañana”.
Ambos se subieron a un Alfa Romeo 8C y se convirtieron, sin ningún género de duda, en los favoritos para ganar LA CARRERA. Nuvolari era la liebre, el cazador del record por vuelta; Sommer hacía el trabajo sucio, mantener la regularidad necesaria totalizando las horas y los kilómetros a la media calculada, siguiendo la pizarra que le enseñaban desde boxes.
Tras la salida, el equipo cogió cierta ventaja y los casi cien mil espectadores que se dieron cita en el circuito de La Sarthe tuvieron la impresión de que a Nuvolari y Sommer el triunfo no se les podía escapar. No obstante, en carrera surgió una serie de imponderables que hizo que no se ganara con la facilidad imaginada. Al amanecer un problema inesperado se cruzó en el camino de la victoria: una fuga en el depósito del combustible. Había un riesgo enorme de no tener suficiente carburante para acabar el número de vueltas obligatorias por reglamento entre dos reavituallamientos. Mientras Sommer buscaba una solución, Nuvolari se lanzaba a batir vuelta rápida tras vuelta rápida.
Mientras todos los que estaban en el box de Alfa asistían en silencio a esta tragedia deportiva que debía abocar al abandono al equipo de cabeza, Raymond Sommer llamó a dos amigos y les dijo al oído: “Reunid toda la goma de mascar que encontréis en Le Mans”… Los dos camaradas partieron rápidamente y volvieron poco después, agotados, pero satisfechos por el deber cumplido, con una gran cantidad de paquetes del chicle que tanto gustaba a los norteamericanos.
Cuando Nuvolari dejó el coche en manos de Sommer, éste llevaba los bolsillos llenos de paquetes de chicle. Esta golosina le sirvió para taponar la fisura del depósito y el resto de la carrera tanto uno como otro se la tiraron masticando este dulce providencial. Según el reglamento de las 24 Horas de Le Mans, todas las reparaciones deben hacerse con el material que se encuentre a bordo del automóvil y los comisarios no pudieron más que aplaudir la ocurrencia del piloto francés.
Una vez Nuvolari cruzó la meta, se bebió de un trago medio litro de agua pues los dientes todavía le rechinaban. Y Sommer declaró que debía un reconocimiento eterno al preciado producto que les permitió no solamente obtener la victoria que se habían merecido sino también haber recorrido la mayor distancia en el palmarés de todos los Grandes Premios de Resistencia.
Dos semanas más tarde, de nuevo con los paneles Zagato originales, Sommer y Henri Stoffel terminaron segundos en la carrera de 24 Horas en Spa-Francorchamps.
Posteriormente, el coche fue devuelto a Alfa Romeo y se vendido a Tazio Nuvolari, este fue su coche personal durante los dos años siguientes. Luego se vendió en USA a donde lo llevó el propio Nuvolari al ir a correr la copa Vandervilt
Hace muchos años Scalextric UK hizo un precioso 8C con algunas licencias mas o menos comprensibles, pero un sistema de guía terrorífico. Dicha reproducción es claramente del 8C de Lord Howe, al que seguramente tuvieran acceso con relativa facilidad porque hasta hace poco seguía perteneciendo a la familia.
Esto dice muchísimo del cuidado del detalle de la marca y me es un coche que me encanta y, como recordaréis, hace un tiempo ya traté de reproducir con uno el de Lord Howe.
Ese coche marcó un antes y un después en mi enfoque porque nunca había hecho algo de antes de la WW2, y a partir de él no hago ascos a poryecto absulutamente absurdos de coches de esa época, en este caso a partir de una copia incompleta pero en buen estado que me regalaron unos buenos amigos y unas cuantas piezas de Slotmanía me lié a cortar y pegar trocitos de plástico para reducir la batalla y emular los postizos de Figoni.
Si sois puristas de los cochecitos viejos del "calestri"y tenéis el corazón sensible no sigáis leyendo...
Para completarlo solo faltaban los dorsales, el del morro lo hice pintando en negro y enmascarando los números, que queda mejor aunque da curro.